En mayo de 2020 con motivo de la pandemia la autodenominada Mesa Sectorial de Arte Contemporáneo publicaba una carta abierta en la que manifestaba su indignación con el Ministro de Cultura. Este, se decía, mostraba falta de sensibilidad con «el sector». Un «sector» que es «un elemento fundamental de cohesión y proyección de nuestra cultura y de nuestra identidad como nación». El Ministro de Cultura manifestaba «falta de sensibilidad para las artes visuales que tanto tienen que ver con la esencia de nuestra cultura, de nuestro turismo, de nuestra actividad profesional y, en definitiva, de nuestra economía, así como un desconocimiento de nuestro sector y de las numerosas pequeñas empresas transversales que lo conforman y que suponen un aporte fundamental a nuestra economía».

Por ello se solicitaba «la participación en el desarrollo y seguimiento de las medidas y distribución del millón de euros anunciado y solicitamos que, como han hecho las Comunidades Autónomas, vinculen claramente el escaso medio millón destinado a adquisiciones de obras de arte de artistas contemporáneos al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, cumpliendo escrupulosamente con la paridad y los criterios de género, según el artículo 26 de la Ley de Igualdad».

Finalmente el Ministerio compró obras. En enero de 2021 se hacía público el listado de piezas adquiridas. Y surgen varios elementos discutibles.

– Impacto. Por decirlo gráficamente, el capítulo primero del manual de las ayudas públicas dice que lo primero que hay que hacer es hablar de la enormidad de la realidad considerada. El político dirá que se va a actuar sobre un ámbito que representa tal porcentaje del PIB y emplea a tantos cientos de miles o millones de personas. Eso produce la impresión de que la actuación es muy importante. Los solicitan suelen hacer lo mismo. Siempre se lee que lo que se pide es crucial para salvar a un colectivo muy significativo. Las ideas son siempre la de colectivo y grande, nada de un pequeño grupo, claro. En este caso los solicitantes aplicaron perfectamente el manual y destacaron que el «sector» es fundamental para el turismo, la economía…

¿Pero cuál es la realidad?

La realidad es que las compras han llegado a 12 galerías de las centenares que existen en España. Aunque no hay datos actualizados, podemos pensar que, como máxima, 12 galerías serán el 2 o 3 por ciento de las existentes, lo que significa que no ha recibido ayuda alguna el 97 o 98 por ciento de las mismas. Los artistas cuya obra se ha comprado han sido 17: llenarían cuatro mesas de un bar. A esto es a lo que llamábamos la esencia de «nuestro turismo, de nuestra actividad profesional y, en definitiva, de nuestra economía».

Como hemos comentado, el discurso habitual hace que parezca que se está ayudando a un colectivo muy amplio. Pero en realidad el dinero va a parar a muy pocas personas. En este caso y en prácticamente todos. No suele beneficiarse a un «sector». La realidad es que se beneficia a un grupo muy reducido. En este caso de artistas y de galerías. Y nada distinto pasa en otros muchos casos. «El cine», que se dice emplea a tantos miles de personas y mueve tantos millones de espectadores, es, al final, 10 directoras y 8 productores. Todo suele responder a la misma lógica.

– Eficacia. Se decía que las ayudas eran importantes porque el sector era clave para «nuestra cultura». Pues se compra obra de un holandés que vive en Rotterdam. O de una española que vive en Londres y tiene su página web personal en inglés. ¿Seguro que esa es una aportación a «nuestra cultura»? Tampoco se sabe muy bien qué aporta a «nuestra cultura» el resto de la obra comprada, ya que no se publica ni una sola foto ni un solo comentario sobre lo adquirido.

El sector es esencial para «nuestro turismo». ¿Cuántos extranjeros vienen a España a visitar los almacenes del Museo Reina Sofía? Evidentemente ninguno. Cero. Los almacenes no son visitables.

¿Qué ha ganado la sociedad española gastando medio millón de euros que van a los almacenes de un museo de los que probablemente no saldrán jamás? Los beneficiarios de las subvenciones sí han ganado. ¿Pero la sociedad? O si se prefiere, ¿el «sector»? ¿Es que el «sector» o la «cultura» se han beneficiado en algo? ¿En qué?

– Equidad. La equidad es evidentemente uno de los principales problemas de todo esto. Durante la pandemia muchos negocios tuvieron que cerrar. Pues podía resultar que un galerista contemplara, a la vez, el precinto de su local para pagar impuestos atrasados y el transporte de cuadros de la galería de al lado con destino al Reina Sofía… que se van a pagar con el dinero que se obtenga de la venta de su local.

Como es lógico -se está adquiriendo obra para el Reina Sofía-, la mayoría de los autores cuya obra se adquiere eran muy conocidos. Entonces, es perfectamente posible que estemos ayudando precisamente a quienes menos lo necesitan. Hay jóvenes que tienen que cerrar su estudio mientras se compra obra de personas que viven en chalets de millón de euros con piscina. En galerías sucede lo mismo. Se compra a las que tienen dinero y medios para exponer en ARCO, mientras que el pequeño establecimiento de una ciudad mediana queda abandonado a su suerte.

Esto por lo que se refiere a personas y empresas del mismo sector, pero naturalmente el problema es mucho más amplio. Los anticuarios podrían decir que mueven más recursos, porque lo que ellos venden interesa a más extranjeros y nacionales que los cuadros modernos: por tanto, ayudas. Los gestores de los circos o de los teatros dirán que dónde está escrito que el volumen económico sea el criterio clave y por qué razón si se es pequeño no se reciben ayudas. Así hasta el infinito. Parece que el arte contemporáneo tuvo un posición privilegiada no por importancias mayores -que nadie en el ámbito de la cultura, salvo él mismo, le va a reconocer- sino porque fue el que mejor presionó.

– Transparencia. El Ministerio de Cultura no ha publicado ni imágenes de lo adquirido ni información acerca del proceso de compra, es decir, quiénes decidieron las adquisiciones y con qué criterios. Tampoco facilita las cosas que la llamada «Mesa Sectorial de Arte Contemporáneo» pidiera «participación en el desarrollo y seguimiento de las medidas y distribución del millón de euros anunciado». ¿A qué elecciones se ha presentado la «Mesa Sectorial de Arte Contemporáneo»? ¿Cuántos votos ha tenido? ¿Por qué tiene que «participar» en cómo se gasta el dinero público?

Unas reflexiones finales.

Hay que comprender las circunstancias. En ese momento, con España confinada, no era fácil tomar decisiones adecuadas. España además no tenía la experiencia de un programa de compras públicas de arte como sí lo tenía Alemania, que pudo limitarse a aumentarlo. Algunas ideas de ese programa son interesantes. Limitación de precio máximo de la obra para que el programa llegue a muchos beneficiarios. Destino no limitado al almacén de un museo, sino a sitios donde la obra tenga utilidad. Y un comité encargado de decidir las compras perfectamente conocido y con procedimientos de conflictos de intereses bien definidos. Y no sólo no participa nadie en ese comité, sino que incluso está prohibido hacer ofertas.

Con lo que hay en los almacenes de los museos España no necesita un programa público de compras para decorar edificios oficiales. Ni probablemente tampoco para otras finalidades. Pero lamentablemente algunas comunidades autónomas han tomado ejemplo y han puesto en marcha iniciativas de adquisiciones, como por ejemplo Castilla y León. Estos programas de comprar por comprar probablemente serán inútiles.

Cuando no contraproducentes. Uno de los problemas de las ayudas en España es que con el tiempo el importe de lo que cuesta gestionarlas supera al de la ayuda en sí. Esto es muy frecuente en las ayudas estatales que requieren la cordinación con las comunidades autónomas: son necesarios 18 equipos para gestionar importes de ayudas que no financiarían el coste ni de una pequeña parte de los sueldos de los que las gestionan. En el caso de Castilla y León se ha nombrado un comité de diez personas, se ha recibido información sobre 650 obras que alguien tiene que recibir, leer, clasificar y gestionar, y además ha creado un registro de obras de arte de artistas de Castilla y León. Todo esto para dar ayudas de 200.000 euros: luego los ingresos no llegan y hay que subir impuestos.

Además, como hemos comentado, la eficacia de todo esto es muy limitada. Por decirlo gráficamente, con los programas de compras de arte lo único que se consigue es que alguna persona se lleve alguna alegría de vez en cuando. Nos gusta utilizar bonitas palabras y soñar con dinamizaciones de sectores y demás. Pero esto no es real. Con las compras de arte «porque sí» va a pasar lo que ya ha pasado. Una persona se lleva ocasionalmente un dinero y ya está. No hay más, eso es todo. Uno se lleva 15.000, y a lo mejor con suerte, diez años después repite y se lleva otros 17.000, y se acabó. No se va a resolver ni el gran problema de la precariedad ni ningún otro de los del sector. Para la inmensa mayoría es mucho mejor pagar menos impuestos cuando enciende la luz, contrata un seguro, o toma una cerveza, y que no haya ninguna ayuda.

Cosa distinta, por supuesto, son las buenas compras de arte. Sin compras públicas no existiría un museo como el Prado, por ejemplo. Las buenas compras públicas suelen ser por algo y eligiendo lo mejor. Pero este es ya otro tema diferente. A todos nos gustaría que la imagen que encabeza este artículo fuera posible. El ciudadano feliz a lomos del león, que tradicionalmente ha representado la fuerza y por lo tanto al Estado. Lo público nos ayuda en el camino, de hecho es el que conoce el camino y nos lleva por él. Pero la realidad no es esa. La realidad es que, al menos en compras de arte, el león no sabe dónde ir y el viaje es a ninguna parte. Y tampoco conviene olvidar que su alimento es, precisamente, lo que transporta.