21 de julio de 1921

Traslado de los restos del Cid

LA ILUSTRACION ESPAÑOLA.- Deseoso el Rey de presidir la ceremonia del traslado de los restos del Cid, desde el Ayuntamiento al mausoleo construído en la Basílica, para guardar las cenizas del héroe castellano, fué a las Casas Consistoriales, acompañado de su séquito, siendo recibido en el zaguán por la Corporación municipal, bajo mazas, a los acordes de la Marcha Real, entre los vítores de la multitud.

En la sala capitular del Concejo se hizo la entrega solemne de los restos del Cid, firmando el acta notarial Su Majestad, el Alcalde, el Ministro de Instrucción pública, jefes de Palacio, el Cardenal y comisiones del Cabildo Metropolitano. A continuación fué bajada la urna que contiene aquellos restos por los tenientes de Alcalde Sres. D. Domingo Echevarrieta y D. Luis Ávila, quienes la depositaron sobre un armón de Artillería.

Organizada la comitiva, se puso en marcha precedida por cuatro piezas de Artillería, comisiones civiles, representaciones de todos los Ayuntamientos de la provincia, Órdenes militares, Caballeros de grandes cruces, Maestranza, Diputaciones de Valencia y Burgos, representantes en Cortes, Clero parroquial y catedral con cruz alzada, Maceros, Ayuntamientos de Valencia y Burgos y Pendón de la ciudad.

Detrás iba el armón portador de los restos del Cid, a cuyo lado cabalgaba el Capitán general de la región, D. Fernando Carbó, dándole guardia de honor una escuadra de gastadores del Regimiento de la Lealtad y compañía, con bandera y música, del mismo Cuerpo.

Su Majestad presidió el acto, solo y a pie, vistiendo el uniforme de Artillería. Seguianle Su Alteza el Infante D. Fernando, el Ministro Sr. Aparicio, ex Ministro Sr. Jimeno y varios personajes palatinos. La procesión cívico-religiosa recorrió la plaza de Prim y el Espolón hasta la Catedral. En el centro del paseo del Espolón se alzaba una tribuna, ocupada por Su Majestad la Reina doña Victoria, acompañada de la Duquesa de San Carlos, Cardenal Benlloch y Nuncio Apostólico.

Frente a la tribuna se detuvo el armón, desfilando ante él, en columna de honor, los regimientos de Caballería de Borbón y España y fuerzas de Intendencia.

El Rey permaneció durante el desfile en pie, al lado de los restos del Cid, y numerosos aviones evolucionaron, primero, sobre la tribuna regia, y más tarde, sobre la ciudad.

En la Catedral. Inhumación de los restos del Cid

BURGOS 21.- Pasada la comitiva la reina abandonó la tribuna, con su séquito, y se dirigió a la Catedral. Como aún no hubiera llegado al fúnebre cortejo, doña Victoria estuvo viendo algunas curiosidades del grandioso templo. También vio el famoso «papamoscas».

A las once y media llegó la fúnebre comitiva, anunciándola el repique de las campanas y las salvas de Artillería del castillo, como se hizo también al paso por las calles. Ante la Catedral se detuvo el armón de Artillería, y cuatro tenientes de alcalde condujeron la caja de los restos hasta el crucero del templo, donde fueron depositados.

Los reyes ocuparon sus sitiales y toda la comitiva oficial se situó en los puestos ocupados el día anterior. Se cantó inmediatamente una misa de «Requiem», en la que ofició él Arzobispo de Valencia, doctor Reig. El Obispo de Vitoria, doctor Eijo, pronunció un elocuentísimo sermón, enalteciendo las glorias de la Patria y del Cid, y poniendo de relieve la alta significación de los actos que se han celebrado. Por último, el Cardenal Arzobispo, señor Benlloch, rezó un responso.

Poco después se procedió al enterramiento de los restos en la sepultura abierta en el crucero, al pie del cual estaba la lápida.

En la cripta se depositó una caja de plomo, conteniendo varios documentos, monedas y el acta del enterramiento, firmada ésta por el rey, el infante don Fernando, él ministro, los Prelados, las autoridades, representantes del Cabildo y los alcaldes de Vivar del Cid y de Cardeña Jimena.

La caja que contenía los restos fue bajada a la cripta por el infante, el ministro, el duque del Infantado, que lleva el título de Conde del Cid, el alcalde do Burgos y el teniente de alcalde de Valencia. En este momento se hizo una salva de quince cañonazos.

Con esto terminó la ceremonia, retirándose los reyes al palacio arzobispal. De la doble acta del sepelio, que firmaron también en representación del Obispo; el Deán; el fabriquero y dos Canónigos, el síndico del Ayuntamiento, el presidente de la Diputación y el notario, se dio una, testimoniada, al Ayuntamiento y otra quedará en él Cabildo.

El acto de hoy dejará eterna memoria en Burgos, pues jamás se ha visto aquí tanta brillantez y entusiasmo tan delirante.

Almuerzo regio en el palacio arzobispal. La corrida de toros

BURGOS 21.- Poco después de la una de la tarde se verificó en el palacio arzobispal el almuerzo regio, al que asistieron, además del infante y las personas del séquito, el ministro, las autoridades y personalidades que figuraron en la comitiva de hoy. Por especial invitación del rey, asistieron también los alcaldes de Vivar del Cid y de Cardeña Jimena, que vestían sus típicos trajes.

Los reyes estuvieron conversando con diversas personas, expresando su satisfacción por la brillantez de los actos celebrados y por los manifestaciones de afecto que vienen recibiendo.

Terminado el almuerzo, los reyes marcharon a la plaza de toros.

En el paseo del Espolón ha dado hoy un notable concierto la banda de música de la Academia de Intendencia.

Esta tarde han marchado a sus respectivas procedencias el Orfeón de Azcoitia y la Banda municipal de Valencia.

Continúan siendo muy visitadas tómbola benéfica, en la que expenden papeletas señoritas, y la Exposición de Arte retrospectivo. En ésta figuran los más escogidos ejemplares que se exhibieron en la reciente Exposición de Palencia, entre ellos la famosa Virgen de Husillos, preciosa imagen románica, de cobre con esmaltes.

Los reyes en la plaza de toros. Salida para San Sebastián. Entusiasta despedida

BURGOS 21.- Al aparecer los reyes en el palco de la plaza de toros, el público, que llenaba todas las localidades, prorrumpió en una gran ovación y la Banda de música que amenizaba la fiesta interpretó la Marcha Real. Don Alfonso y doña Victoria, en pie, contestaban saludando a los aplausos del público.

La plaza ofrecía un brillantísimo aspecto. En ella estaba todo el elemento oficial. En los palcos y en otras localidades había muchas mujeres, tocadas con la clásica mantilla española.

La corrida empezó rejoneando Barajas un toro, que mató el novillero «Habanero». Después se lidiaron seis toros de Alba serrada, y los espadas Belmonte, Sánchez Mejías y Granero brindaron los tres primeros toros a los reyes, recibiendo valiosos regalos.

La corrida resultó brillantísima, y los espadas pusieron una gran voluntad en su Iabor.

Terminada la fiesta taurina, sus majestades y alteza, con las personas de su séquito, abandonaron la plaza, entre una gran ovación, y se dirigieron en automóvil a la carretera, para emprender el viaje de regreso a San Sebastián, a donde llegaron de ocho a nueve, para comer con la reina Cristina.

Antes fueron despedidos por el ministro, los representantes en Cortes y las autoridades.

En la carretera se agolpaba un gran gentío, que tributó a las personas reales una cariñosa despedida.